miércoles, 21 de agosto de 2013


DEDOS QUE FUERON PEZ ANTES DE SER LAGO

Mara  Beltrán

 

Si conocer es ver,

admito saberle de memoria.

Supe de usted antes de fijar el ojo.

El refugio negruzco de la ola

delató su estancia;

dicha espuma quiebra mis encantos.

Manos torpes poco saben de caricia,

les dicto siempre el acto.

            Han olvidado sonreír,

y hacen muecas con las uñas.

Me disculpo nuevamente por mentir,

usted                           qué va a saber de manos,

cuando el vuelo es claro.

Pájaro de pico dorado,

jirafa sin vergüenza.

 
LO SUYO NO ES SONRISA

 

Qué guapo es usted,

            la sonrisa que acompaña esos ojos, me partió el asombro.

Son de nada las gracias:

            el agradable pasatiempo de mirar el adorno,

osé, en un principio, llamarle sonrisa…

            con el debido respeto

que a cualquier alma deba.

            Lo suyo no es sonrisa, es una bofetada a la belleza.

 
RECOSTADO

 

Descansa en mis cabellos,

entabla una modesta propuesta.

Y asume la desnudez en conjunto,

es tal, su naturaleza.

Creo sin sumarle, el pensamiento es ficcional,

y dices

 has reinventado una multiplicidad nuestra.

Hay, permitiéndome,

un elefante dormido que ha olvidado nadar

y los pelones hijos de tus huellas, tartamudos.

A mí,

 tu múltiple yo,  no me complace.

 

Mejor si duermes, quédate abstraído,

si los cabellos quieres

no los encontrarás dormidos.

 
QUE TE MIRÉ EL NOMBRE

 

Tu nombre es exasperar.

Mirarte el cuerpo es retarme el parpadeo,

pestañar es olvidar dónde he fijado la última mirada.

 No tienes piel ajeno al tiempo, debes a la muerte lealtad.

 Temo dos veces mirar y reconocerte extraña.

Intuyo temerosa no haberte mirado ni una sola vez.

 
GARGANTA DE PELÍCANO

Cuelga lánguida tristeza en pelícana garganta,

 el pez se acurruca en la voz, estruendo gargareo.

Llueve como si no fuera a llover nunca,

así ha de ser morir de gota.

Miente quien dice: Ojos derretidos.

Quién no ha, en trémula agonía, sacudido las piernas;

no sabe lo qué es el llanto.

Fácil sería, morirlo todo en vez.

Sin arrumacos, sin cabeza al hombro a unos dedos largos.

Sencillo llamar decadente al tiempo,

culpar a otro del agravio:

verse quebranto;

porque a veces,

 gimoteo falso.

«Bastarda» suelo repetir en cabezadas constante aviso,

«bastarda» quejo rabieta.

Frunzo el seño, espigo cuello y me digo: Aguanta, de amor no mueras,

                                                      ocurre en la sonrisa, ampara en las caricias.

                                                      El amante no se entera de la herida hasta que sangra.

¿A qué momento emigro?

Al del olvido, al pretexto del camastro;

embuste nacida, falsa hija.

Mueca del encanto.

Contrae laringe, gargajea al pez y vuela.

 
PARÁSITO DE ÁRBOL

Me haces pez sin ser más que palabra,

sumas entre hormigueo, nocturna bestialidad.

Cabría más hambre de no estar llena

a modo:  baúl viejo de recortes revisteros

enunciando contenido muy de boga.

Me haces calva entre tanta melena,

sin tensión de bosque a desierto

más parásito de árbol, bello, bello.

Hueco el de la espalda,

luna que ensombrece oblicuo la talla.

Me haces ruina silvestre.

Entre llanos,

escarba horizonte

sin preguntar los antiguos trazos.

Dedos que fueron pez, antes de ser lago.